Este artículo se ha escrito en el año 2017, y corren tiempos de gran incertidumbre. El panorama social en muchos países está dominado por polarizaciones muy fuertes. El clima es de inestabilidad e inseguridad, en gran parte debido a la proliferación de atentados terroristas.

Las injusticias sociales, el desequilibro en la distribución de riqueza, los desastres medioambientales son sólo algunos de los signos preocupantes de estos tiempos.

En tales circunstancias, desde este artículo se busca concienciar sobre la importancia de un medio de masiva influencia social como es el cine. Si la industria, de una manera más amplia y decidida, y no sólo enfocándose en la rentabilidad (sin duda una aspiración algo idealista), se preocupa por difundir valores sociales positivos, valores que fomenten el diálogo, la tolerancia, la solidaridad, el interés por el bienestar de todos, la empatía, la aceptación de las diferencias y otros similares, se podría conseguir un impacto de gran relevancia y efectividad. Especialmente teniendo en cuenta que la juventud puede a través de esos valores cambiar las tendencias predominantes que han creado las condiciones para los desequilibrios sociales existentes.

No es el único camino ni la solución final, pero sin duda sí que es un factor de enorme relevancia e influencia: la transmisión masiva de valores positivos a través del cine es una estrategia que es necesario potenciar como clave para encontrar soluciones a todos los retos del siglo XXI.